La magia de la asamblea

Primera hora de  la mañana. Empieza la expectación. Muchos niños sentados en corro, en asamblea, en reunión. Es una rutina, un ritual. Muchos pares de ojos expectantes; algunos, aun con alguna legaña, otros, los más madrugadores, llevan mucha actividad en el cuerpo ya. Pero todos, inquietos y tranquilos, dormilones y madrugadores, sociables y tímidos, charlatanes y callados, todos, están igualmente expectantes.

El desarrollo de la asamblea, es aproximadamente igual cada día. Es una melodía con igual ritmo, pero tocada con diferentes instrumentos. Iniciamos con el saludo: a un “Buenos días chicos ¿cómo estáis?” le sigue un “¡¡¡¡ Muy Bieeeeeeen!!!!”. Puede variar la canción, puede variar la letra, pero siempre hay un saludo inicial. Una canción de bienvenida, que acoge a todos los niños, y les hace estar presentes en ese momento.

A partir de ahí, la asamblea se construye en cada momento y en cada edad, para cada grupo y por cada educador. Toma un esquema diferente, porque es su deber reinventarse con cada grupo de niños y empaparse de la maestría de cada educador. Hablaremos del tiempo: las nubes que traerán lluvia, el sol que siempre da calor, la nieve blanca del invierno y el arcoíris de colores de la primavera. Repasaremos a los compañeros; a los ausentes y a los presentes, recordaremos a los que están malitos y sonreiremos por los que están de vacaciones. Anticiparemos lo que ocurrirá en el día, en la actividad, en el patio y repasaremos lo que vamos a comer. Aprovecharemos para cotillear de novedades acontecidas en la escuela, en casa y en el parque. Todos aportarán la luz de su mirada y la magia de sus descubrimientos.

Habrá que marcar turnos, porque todos quieren ser el primero, y hay que aprender a saborear el último. Habrá que nombrar “encargado del día”, porque trabajar la autonomía y la responsabilidad es una tarea que nos corresponde. Muy, pero que muy atentos, tal vez leamos cuentos, veremos láminas de imágenes o expongamos alguna novedad. Pero seguro que siempre, siempre, vendrá la mascota del aula; el  ejemplo “vivo” de nuestro crecimiento. La que nos acompaña en nuestros retos y en nuestro desarrollo.

Y…. por supuesto cantaremos. Esas canciones que nos van a acompañar mucho tiempo. Llenas de mímica, de gestos y de lengua de trapo. Esas letras incomprensibles para los padres que, frustrados, intentan imitar, mientras sus hijos les dicen “¡Así no papá! ¿Qué es así!” “¿Qué significará “así”?” Se dicen los padres. Al día siguiente, con gesto suplicante al educador: “Por favor, dime la letra de la canción que mueve las manos haciendo como así y que parece que habla de un león “. Y…. ¡qué alegría!, ¡qué ilusión!, cuando por la tarde llegamos a casa y podemos cantar “El niño robot” o “La araña pequeñita” o “El Gigante Azul”, o tantas y tantas canciones que iremos aprendiendo. Y entonces un trocito de la escuela, de esa asamblea matutina, se cuela al salón de casa y vuelve a traer reunión, compartir, unión y alegría. Esta es la magia de la asamblea, que devuelve a los adultos, la ilusión que tienen los niños. 

2 comentarios:

  1. Que suerte poder revivir cada día, cada mañana, esa magia, la magia de la asamblea, ver sus caras de alegría al contarte lo que han hecho el día anterior o el fin de semana, los nervios antes de saber quien será ese día el encargado, o el amor que desprenden al acariciar o besar a la mascota! Una suerte que no cambio ni por lo más valioso, porque para mí no tiene precio.

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  2. Mi asamblea es fascinante cada mañana. Menos de dos años, todo un mundo por descubrir y participando absortos en cada canción. No se mueven. Me miran con curiosidad y devoción.
    Siento que somos cómplices.
    Magdalena Sáinz

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